28 septiembre 2006

 

Es indignante, y no van... y me dan la razón.



Ay, diosa, con lo feliz que yo andaba disfrutando de un parón laboral largo y relajado, y ahora van los de mi chiringuito y me readmiten. ¿pero quien coño les manda? Con lo tranquila que yo estaba, y hala, de vuelta al tajo, a seguir madrugando y a acostarme con las gallinas (es en sentido figurado, la zoofilia me da escrúpulo, que quede claro). Bien, vale, reconozco que les apreté las tuercas acribillándoles a demandas, pero hombre, tampoco había que darse tanta prisa, que yo estaba muy feliz por las mañanas con mis tostaditas con mantequilla y mi zumo de naranja, y ahora otra vez, un cacao con galletas mientras bajo en el ascensor con la camisa a medio abrochar y el bolso colgando de una oreja.
Si es que ya lo dice un viejo adagio latino: Ten cuidado con lo que reclamas, porque pueden avenirse.

19 septiembre 2006

 

Como en las mejores familias...

No lo entiendo, definitivamente no consigo entender por qué demonios el estado, el papa, las asociaciones de padres, las múltiples y variadas iglesias existentes... porquéporquéporquéporqué, todos se empeñan en defender a la familia. Pues no sé yo a cuál, porque es que a la mía no hay por donde cogerla. Vamos, que si la familia es la célula de la sociedad, la mía me ha salido cancerígena, y está en plena metástasis.

Como si no nos llegara con el cúmulo de rarezas y manías que hemos ido amontonando a lo largo de los años, ahorita mismo andamos inmersos en jornada histérico-neurótica pre-boda fraterna.

Y el problema no es preparar nada de la boda, nononono, que de esos gracias a diosa, se encargan los novios y la familia de la incauta que no sabe donde ha ido a caer, mi principal problema es que tengo a mis hermanas vistiéndome y desvistiéndome, calzándome, peinándome y desmelanándome, complementándome, enjoyándome, enchalándome (¡avercómovasairpordios!) desde hace unas semanas, ¡y todo esto por teléfono!, que si las llego a tener cerca, ya no sé lo que me harían. Y como no les acaba de convencer mi fondo de armario (y mira que tiene fondo) vienen de camino con un cargamento de bolsos, chales, pulseras, collares, camisas, fulares... todo en colores de frutería y telas y materiales impronunciables, que no sé yo cuántas veces tendré que cambiarme para poder ponérmelo todo en el mismo día, que este cuerpecito mío no da para tanto, que al final en vez de boda iré vestida de árbol de navidad.

Y si no me llegara con tener que ir cargada de abalorios y con tres o cuatro bolsos (lo que es un poco más comprensible, porque con el tamaño de los bolsitos tienes que llevar varios para que te quepan unas puñeteras llaves y un puñado de arroz) además intentan colocarme un cargamento de tías (no, no hablo de esas tías que a las que añadir epítetos obscenos cuando se las busca en el google, sino de las de la familia) todas las solteronas y viudas achacosas, que como nos pille un control las detienen a todas por pastilleras, que en vez de llevar coche estoy planteándome alquilar una ambulancia o un autobús del imserso, a ver si consigo una subvención por viaje de la tercera edad.

Y lo peor de lo peor de lo peor, está por llegar. El: ¿y tú para cuándo? Ay, santa maría de la alegre caipirinha ¡qué haya barra libre!

17 septiembre 2006

 

¿Igualdad? Sí, sí, ¿pero iguales en qué?

Bien, bien, bien, ya sé que la igualdad aún queda muy lejos, por mucho que la inmensa mayoría de las mujeres crea que ya está todo hecho, que no tenemos nada de que quejarnos, y que vivimos en un mundo maravilloso de luz y de color.

Pero esa vertiente del asunto asunto ya me tiene bastante aburrida, lo que sí me divierte, y mucho (ya se sabe que mi sentido del humor es tan rarito como yo) es por donde están yendo los tiros:

Siempre se defendió por algunas/os, y aún hay quien sigue en ello, que la igualdad nos iba a llevar a un mundo divino de la muerte, en el que saldría a relucir lo mejor de hombres y mujeres, en el que la feminización de la política llevaría a un escenario de diálogo y entendimiento, y el acceso de la mujer a puestos de responsabilidad en el ámbito laboral aportaría una sensibilidad que redundaría en beneficio de los trabajadores, y los hombres explorarían su lado femenino, disfrutarían con sus hijos y colaborarían en las tareas del hogar... y todo sería empalagosamente embriagador.

Por fortuna, la realidad nunca pierde su sutil ironía y nos está demostrando que ambos sexos cada vez son menos propensos a limpiar, las directivas son unos tiburones exactamente iguales a sus homólogos masculinos, las políticas son tan ineptas como cualquiera de sus compañeros, los hombres están empezando a ser tan esclavos de su imagen como las mujeres, al explorar su “lado femenino” descubren un mundo de temores e inseguridades fascinante que minan su autoestima...



Pero, vamos a ver, almas de cántaro, ¿a vosotros quién coño os dijo que nos íbamos a igualar en lo bueno?

No acaba de convencerme del todo eso de que hay actitudes masculinas o femeninas, y que las mujeres adoptan las primeras para ganarse el respeto, renunciando a su feminidad, porque necesitan comportarse como hombres en un mundo de hombres, etc, etc.

Más bien me parece a mí que lo que hay son actitudes más cómodas o más difíciles: por poner un ejemplo cuando eres un alto directivo con poder, es mucho más productivo dar un grito y comportarse de un modo despótico, que ser dialogante y arriesgarte a perder autoridad por tener en consideración la opinión de un subordinado, en cambio el diálogo y la negociación le ha resultado fundamental a la mujer en muchas de sus funciones tradicionales, precisamente por carecer en absoluto de autoridad.

Vamos, que en lo que nos estamos igualando es en la vagancia, en la falta de esfuerzo o imaginación resolutiva, así, definitivamente, llegará un momento en el que alcancemos la ansiada igualdad: seremos todos exactamente igual de imbéciles.

08 septiembre 2006

 

Moralidad ¿oculta?


Como decía en el post anterior, las leyendas siempre han servido como modo de transmisión de valores, principios, normas, costumbres... y en lo que se refiere a las nuevas leyendas televisadas, una de las cuestiones que más me asombra, por su reiteración y falta de sutileza, es la vinculación:

Mal = Erotismo, Sensualidad

Bien = Correcta ñoñería.

Ya sé que no es ninguna novedad, y que enlaza directamente con la visión reprimida del sexo que impera en nuestra cultura, pero que a estas alturas se siga manteniendo y propagando esa imagen, y nisiquiera de una forma disimulada o velada, sino descaradamente, me sorprende (una, en su ingenuidad, sigue teniendo esperanza de que en algún momento nos decidamos a evolucionar y dejemos de considerar la dimensión sexual como un tabú cargado de simbolismo y contenidos ajenos a su función).

En todo este tipo de series, los malos/as, salvo que sean demonios horripihermosísimos, suelen tener una fuerte carga sexual, con vestidos más atrevidos, agresivos, y actitudes sensuales e insinuantes, mientras que los buenos visten con la corrección debida a la decencia y las buenas costumbres. La diferencia es más evidente cuando un bueno es poseído, encantado, abducido... vamos, que vive sin vivir en él. El principal (e incluso único) elemento diferenciador suele ser una actitud abiertamente erótica, tanto en sus ademanes como vestimenta o su forma de relacionarse.

Ejemplifiquemos:

Embrujadas de buenas



Embrujadas de malas



Identificar el sexo con la quintaesencia de todos los males es una constante, que si bien tenía esperanzas en que fuera superándose en un proceso evolutivo socio-cultural, que antes me parecía lógico, ahora me parece cada vez más improbable. Supongo que, como animales que somos, todo lo placentero nos hace perder la medida, y antes que acabar como la ratita que le daba a la palanquita de estímulos como una loca, preferimos llenarnos de miedos y prejuicios por no ser capaces de controlar nuestro propio placer. Como en muchas otras facetas de nuestra vida, renunciamos a la responsabilidad personal por no ser capaces de desarrollarla debidamente, y delegamos en otros el control de nuestras acciones: en leyes, costumbres, tabúes...


La conclusión es evidente: yo quiero ser muy muy muy mala, y andar con malas mujeres. Y asumo toda la responsabilidad que eso pueda suponer.

07 septiembre 2006

 

Demonios, brujas y more maiorum

Durante este largo y tedioso verano he cometido la imrpudencia (entre otras) de exponerme a las emanaciones televisivas mucho más tiempo del que sería recomendable para la salud, y me he encontrado con un amplio despliegue de series como Buffy cazavampiros(¿realmente a un vampiro le puede asustar una peliteñida con nombre de caniche?), Embrujadas, Dark Angel... en las que se recrean en la idea de un mundo real donde existe la magia, demonios, encantamientos... como si fuera cosa de todos los días, y donde, sorprendentemente (al menos para mí) el bien y el mal están clara y estrictamente separados e identificados, los buenos son muy buenos, los malos son muy malos y no cabe duda de quién es quién (incluso cuando los buenos se transforman en malos y viceversa, la conversion es de un simplismo asombroso).

Por otro lado hay otra corriente referida a individuas (¿por qué siempre mujeres?, no es que me moleste, sólo me intriga) que tienen línea directa con el más allá, con tarifa plana incluída del tipo de Hablando con muertos, Andando entre muertos, No sin mi muerto, No me toques los muertos que me mosqueo... (lo siento, en éstas me lío más con los nombres) donde siempre hay un difunto realizando un despliegue de tocamiento de puñeta porque se le quedó algo pendiente que tiene que resolver para quedarse en paz, saldar cuentas, etc, (de nuevo a vueltas con lo malo y lo bueno, la balanza implacable).

No quiero decir con ésto que estas series sean mejores o peores que otros productos, todo lo contrario, en general responden a su función: un entretenimiento ligero, sin más ambiciones. Pero no deja de llamarme la atención esta obsesión por los mundos imaginarios (incluído el más allá). No sé si será que padezco de descreimiento crónico, pero aún reconociendo el encanto de la temática, que se produzca este exceso me lleva a plantearme a qué responde esta demanda:

¿Tan penosa es nuestra realidad que soñamos con mundos paralelos aunque estén llenos de demonios?, ¿tan a disgusto estamos en nuestra piel que deseamos poderes sobrenaturales que nos haga diferentes y poderosos?, ¿tenemos que inventarnos demonios porque la caída del telón de acero ha puesto de relieve que los comunistas no tenían cuernos ni rabo y que cualquiera de sus aberraciones era brutal precisamente por humana?, ¿y acaso el vacío comunista en el ranking de malos malísimos televisivos no pasó a ser ocupado por los japoneses cuando se perfilaron como nueva potencia económica, y no debería ocuparlo ahora el fundamentalismo islámico? ¿o es que el nuevo enemigo es un mal genérico dónde sólo vence la fe y la bondad absoluta de rectos principios morales de corte occidental? ¿somos los descreídos la gran amenaza para el mundo o simplemente los únicos asombrados? (si va a ser que ahora en vez de armada y peligrosa seré descreída y peligrosa, o peligrosa por descreída).

Supongo que, sencillamente, la crisis cultural occidental nos ha llevado a una reinvención y creación de nuevos mitos ante el anquilosamiento de las leyendas tradicionales, lo cual no deja de ser un fenómeno normal en cualquier sociedad, pero no hay que perder la perspectiva de que los mitos siempre reflejan la moralidad y principios de la colectividad que los alimenta, y ahí es dónde estas series empiezan a darme realmente miedo.

01 septiembre 2006

 

Superando la desidia

Pues sí, despues de un tiempo al borde del suicidio digital, lo siento mucho, pero he decidido seguir viviendo, lo de morirme como que ahora mismo no me viene bien, aunque sólo sea porque necesito intentar sacudirme esta indolencia creciente a golpe de tecla. He vuelto a la guerra, armada, peligrosa, pero siempre divina.


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