Mi vida era un Tango

Que sí, que sí. Que yo pongo buena voluntad. que siempre hago el firme propósito de darle a la tecla con asiduidad y perseverancia...; pero es que este blog está gafado. Cada vez que intento coger ritmo, se me complica alguna de mis vidas de mala manera, o dos o tres a la vez. Y ya me vuelve a engullir la vorágine del lapsus ininterruptus.

Digamos que he tenido una semana un tanto ajetreada. Como todas las que empiezan en agonía y acaban en funeral. Y digo yo: si una puede aguantar todo esto a pelo, sin dar el coñazo a nadie, ¿porque carajo soy yo la que tengo que andar consolado al personal? ¿Es que no pueden hacerme el favor de venir llorados de casa, que tiempo han tenido? ¿Y por qué me cuentan de sus muertos? Oigan, por dios, que a mí con el mío ya me llega, no me traigan más, que la caja es monoplaza... que por mucho que todos seamos polvo y todo eso, la promiscuidad post mortem me da reparo. Que, vamos a ver, realmente: que aquí aprovechamos los males ajenos para poder llorar los propios en compañía. Que digo yo, si no quieres llorar sólo, cómprate un cocodrilo, pero a mí no vengas con tus penas, que aún encima me va a dar la risa y te va sentar mal, y deja de ofrecerme pastillas, coño, que ya estoy mayor para coger vicios... ¿Qué no somos nada...? perdone, señora, nada lo será usted; bueno, usted es dos o tres nadas, perdone que le diga, que me está taponando el pasillo y no deja correr el aire. Que sí, que sí, que tengo que ser fuerte, ¿pero usted qué, es que no puede dejar de pingar el moco? ¿o es que los pesamistas no tienen que esforzarse?

Por favor, por favor... no me acompañen más, que ya sé ir yo sola.