25 mayo 2006
Labura, pero ¿seguro?

En la casa de lenocinio en la que hago que trabajo (porque al fin y al cabo me quedan dos telediarios), han tenido la gentileza de proporcionarnos un hermoso manual sobre riesgos laborales. Yo siempre había pensado que con riesgo laboral se referían a lo difícil que resulta encontrar laburo, pero parece que la cosa va “...de la protección de la seguridad y de la salud...”, vamos, que si la misma seguridad necesita que la protejan, la salud ya ni te cuento...
Es más que lógico que distribuyan el librito, teniendo en cuenta que el edificio en que me han ubicado colecciona grietas, las cañerías padecen halitosis, los ascensores no recuerdan la última revisión que les hicieron... porque padecen Alzheimer, y si nos libramos de todos los inconvenientes del aire acondicionado... es porque no lo tenemos. Con lo que empiezo a hacerme una idea del riesgo que supone trabajar aquí, que, digo yo, puestos a regalar algo, bien podrían darnos un casco, que nos haría más avío.
Pues para empezar me entero de que mi puesto de trabajo “...se convierte en un universo de actuación...” ya, lleno de luz y de color, supongo, ¿pero porque toda la chatarra espacial tiene que amontonarse en mi mesa?
“...que resulte lo más agradable posible...” ¿y qué coño hago con la imbécil que tengo enfrente?
Los criterios de distribución son apasionantes: te recuerdan que tengas en cuenta si eres zurdo o diestro (por si nunca habías reparado en ello), la frecuencia de utilización del material, el tamaño y peso de los objetos a manipular... y sobre todo que no te dejes cajones abiertos para no dejarte una rodilla allí clavada, que haría mal efecto. ¿Pero realmente le han pagado a alguien por escribir esto o se lo han bajado del rincón del vago?
Hasta incluyen instrucciones sobre qué hacer en caso de aviso de bomba... pero si eso lo he tenido siempre claro: animarles y echar a correr.
Es más que lógico que distribuyan el librito, teniendo en cuenta que el edificio en que me han ubicado colecciona grietas, las cañerías padecen halitosis, los ascensores no recuerdan la última revisión que les hicieron... porque padecen Alzheimer, y si nos libramos de todos los inconvenientes del aire acondicionado... es porque no lo tenemos. Con lo que empiezo a hacerme una idea del riesgo que supone trabajar aquí, que, digo yo, puestos a regalar algo, bien podrían darnos un casco, que nos haría más avío.
Pues para empezar me entero de que mi puesto de trabajo “...se convierte en un universo de actuación...” ya, lleno de luz y de color, supongo, ¿pero porque toda la chatarra espacial tiene que amontonarse en mi mesa?
“...que resulte lo más agradable posible...” ¿y qué coño hago con la imbécil que tengo enfrente?
Los criterios de distribución son apasionantes: te recuerdan que tengas en cuenta si eres zurdo o diestro (por si nunca habías reparado en ello), la frecuencia de utilización del material, el tamaño y peso de los objetos a manipular... y sobre todo que no te dejes cajones abiertos para no dejarte una rodilla allí clavada, que haría mal efecto. ¿Pero realmente le han pagado a alguien por escribir esto o se lo han bajado del rincón del vago?
Hasta incluyen instrucciones sobre qué hacer en caso de aviso de bomba... pero si eso lo he tenido siempre claro: animarles y echar a correr.
Comments:
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Bueno, a mí una vez me pasaron un video en el que un pobre empleado se quedaba sin mano cortando carne. El porqué del video aún no lo sé: ni corto carne ni nada, porque trabajo en una oficina.
Misterios...
Misterios...
En fin, ya se sabe que una oficina también está llena de peligros: la grapadora, la trituradora de papel, los jefes... ;)
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